miércoles, 25 de diciembre de 2013

"Nomenclatura y apología del carajo" de Francisco Acuña de Figueroa

La lengua castellana es tan copiosa,
En voces y sinónimos, tan rica,
Que con nombres diversos, cualquier cosa
O con varias metáforas explica
Monarca Soberano, y Rey... ¡qué encanto!
Todo es un mismo nombre repetido;
Y tres veces también con un sentido
Son, Pontífice; Papa, y Padre Santo.
Pero hay de grande aprecio entre los hombres,
Un cierto pajarraco, o alimaña,
Que tiene más sinónimos, y nombres
Que títulos tenia el Rey de España.
Yo, por tal de evitaros trabajo
De una investigación algo penosa,
Diré que esa alimaña, o quisicosa
No es el Papa, ni el Rey sino... el Carajo!
Miembro Viril, o miembro solamente
Le llama el diccionario... ¡Qué Mezquino!
Sus nombres en el uso más frecuente
Son el nabo, el zurriago, y el pepino
El cimborrio, la tripa, y el virote
(flores son de la Lengua Castellana)
el visnago, la pica y la macana
son como la mazorca y el cipote.

jueves, 19 de diciembre de 2013

"Es hielo abrasador, es fuego helado" de Francisco de Quevedo

...Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado;

...es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado;

...es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo;
enfermedad que crece si es curada.

...Este es el niño Amor, este es su abismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!


martes, 17 de diciembre de 2013

"En defensa de las mujeres" de Bernat Etxepare , 1545

No habléis mal de las mujeres, por mi amor;
Si los hombres las dejaran en paz, no cometerían faltas.

Muchos hombres murmuran de las mujeres,
mentándolas ligera y deshonestamente.
Más les valiera estar callados,
la mujer no obra mal si no es por el hombre.

Pocos cuerdos habrá que hablen mal de las mujeres,
más honesto es hablar bien de ellas.
¿Por qué han de ser criticadas?
Grandes y pequeños, todos nacemos de ellas.

Culpar a las mujeres es flaca valentía,
igualarlas a todas por criticar a una.
Mejor si se callara quien así se comporta,
no merece que le hubiesen dado de mamar.

Quien culpa a las mujeres debería pensar
de dónde nacemos él y todos los demás,
le preguntaría si él lo hizo de mujer o no.
Sólo por ella, debería ensalzar a todas.

La mujer siempre es beneficio para el hombre,
de ellas venimos todos al mundo;
si ella no nos criase, moriríamos al nacer,
y cuando ya hemos crecido, aún la necesitamos.

Cuando estamos sanos, de su mano vestimos y comemos,
cuando enfermos, estamos perdidos sin ella,
cuando morimos, ¿quién nos llorará como una mujer?
La necesitamos a todas horas, no hay ninguna duda.

Donde no hay mujer no veo nada que me plazca,
ni el hombre ni la casa están cuidados,
reina el desorden en toda la casa.
No quiero el paraíso, si en él no hay mujeres.

Jamás oí que una mujer atacara primero al hombre,
sino que es el hombre quien ofende a la mujer.
La maldad proviene siempre de los hombres,
¿por qué se culpa entonces a la mujer?

Los hombres deberían tener mayor virtud,
yo la veo mucho más entre las mujeres;
hay mil hombres viles para una mala mujer,
para un hombre virtuoso hay mil mujeres.

Si hiciesen caso a los hombres, no habría una buena,
no pueden dejar de acosarlas a poco que valgan.
Pero hay muchas mujeres que los evitan,
porque la virtud es muy superior en ellas.

Nunca oí que la mujer forzara al hombre,
es el hombre quien persigue como un loco a la mujer.
Si alguna se acerca amorosamente a él,
¿deberá el hombre culparla por ello?

Dios ama a la mujer más que nada en el mundo;
bajó del cielo por amor a una de ellas.
Fue una mujer quien lo hizo hermano nuestro,
y por ella son todas las mujeres dignas de alabanza.

Yo pienso que la mujer es cosa dulce,
cosa encantadora en todos sus encantos,
procura gran placer de noche y de día.
Gran villanía es hablar mal de ella.

No hay en el mundo más hermoso y placentero
como la mujer desnuda bajo el hombre,
rendida con los brazos abiertos,
para que el hombre haga con ella lo que quiera.

Aunque la hiera con su dardo en medio del cuerpo,
se quejará menos que si fuera un ángel.
Relajado el dardo y sanada la herida,
el poder de su encanto los reconcilia.

¿Habrá nadie tan burdo que no lo reconozca,
y que sea capaz de culparla por ello?
No es hombre bien nacido quien así se comporta,
porque no reconoce el bien que la mujer le hace.