sábado, 13 de mayo de 2017

"Droga dura" de Elvira Daudet

Nunca estuve enganchada a la droga del odio.

Cuando pisoteaba las flores de mi huerto

y rompía la mesa que le esperaba puesta,

no recurría yo, por liberarme

de la atroz impotencia, a la droga del odio.

Solamente lloraba.

No le odié por abrasar con ácido

la seda de mis muslos y dejarlos marchitos.

Ni siquiera cuando tenía hambre

y él me daba los frutos de su vino,

amargos y morados,

corría yo a inyectarme el odio en vena.

Odio las drogas duras.

Por raro que parezca, no le odiaba

por cercenar mi risa de muchacha

y grabar a cuchillo el miedo entre mis ojos.

Y cuando al póker se jugó mi suerte,

a cambio del cangrejo dorado que una mujer

llevaba en el ombligo, no era odio

lo que me goteaba amargo por los labios:

era mi corazón hecho pedazos.

Le maté por azar, en un impulso

ciego y desnudo de cólera,

una necesidad de liberarme

y respirar al fin, que me nació de súbito 

mientras él me asfixiaba con sus manos.

Pero nunca le odie, sólo le amaba.

(Del libro "Terrenal y marina")


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