A las
chicas de Madrid-1
Todas y todos somos inocentes,
santas y santos inocentes.
Qué culpa tienen los ríos
de ir surcando valles y montañas,
de abrir heridas en la tierra
hasta fundir sus aguas con las del mar.
Qué crimen comete el viento
cuando al desplegar toda su fuerza
va quebrando árboles y casas
hasta perderse indómito en el horizonte.
Qué pena podemos ponerle al fuego
cuando sus llamas abrasan los bosques,
cuando sus lenguas lo envuelven todo
hasta dejar a su paso un paisaje de ceniza.
Y qué delito comete la tierra
cuando tiembla su corteza
destruyendo ciudades enteras,
engullendo por sus grietas
todo lo que a su paso encuentra.
Y qué culpa tiene un niño
de tener sed y no tener agua,
de tener hambre y no tener pan,
de tener frío y no tener el calor de una madre.
Y qué crimen comete un joven
al buscar amor y encontrar odio,
al buscar saber y no saber lo que busca,
al querer vivir y encontrar solo la muerte.
Y qué pena podemos ponerle a un hombre
que luchando contra el río se lo lleva la corriente,
que creyéndose al abrigo del viento desaparece,
que luchando contra el fuego es convertido en cenizas
y que amando a la madre tierra termina sus días sepultado en
ella.
Qué culpa tiene el ser humano
de fundirse con las aguas del mar,
de perderse indómito en el horizonte,
de dejar a su paso un paisaje de cenizas,
de ser engullido por la madre tierra.
Todas y todos somos inocentes,
santas y santos inocentes.
La inocencia de un niño nunca la perdemos,
está siempre en lo más profundo de nosotros.
Cuando al alba un ruiseñor canta y
la primavera tiñe de flores las verdes praderas,
el amor está rondando en nuestros corazones y
la sonrisa de un niño nos devuelve
a los sueños perdidos de nuestra infancia.
¡No lo olvidéis nunca!:
Todas y todos somos inocentes.
26 de abril de
2013
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